‘Lejos de los hombres’ es un apasionante western enmarcado en un inesperado contexto: el principio de la guerra de independencia de Argelia. Honor, supervivencia, determinación y tantos otros elementos propios del género, serán descubiertos en la sobresaliente historia.
Sinopsis de ‘Lejos de los hombres’
Una casa rodeada de montañas rocosas aparece solitaria en mitad de tal desértico paraje. Un hombre rústico, curtido, de pueblo que se suele decir, imparte clases a sus pequeños alumnos argelinos. Francés, árabe, geografía, historia y tantas otras asignaturas para niños de primaria. Corre el año 1954. La mayoría de la población musulmana quiere mayor autonomía e independencia de la metrópoli francesa. Los colonos se oponen y los actos de violencia se suceden.
En mitad de la noche llega un gendarme a la casa del profesor Daru (Viggo Mortensen) y pone bajo su custodia a un hombre culpable de asesinato. En manos del profesor queda la vida del joven que deberá ser llevado, o no, a la población próxima para que sea condenado a muerte. Fuera, sus primos quieren cobrarse ellos mismos la deuda de sangre. Mohamed (Reda Kateb) calla. Daru coge su escopeta y se enfrenta a lo inevitable.
Crítica de ‘Lejos de los hombres’ con Viggo Mortensen
Tras el visionado uno sabe que “Lejos de los hombres” se queda a las puertas de convertirse en una obra maestra. Y el que firma, y no le queda otra que otorgar números, estrellas, caritas sonrientes, negativos o positivos, sabe que esta película tiene una categoría superior a las valoraciones.
Hay varias formas de hacer un western. Una es remontarse a la época dorada de la producción cinematográfica de estas películas de género allá por mitad del siglo pasado; otra es decantarse hacia la segunda mitad de siglo, en plena decadencia con spaghetti western; otra más es haber formado parte de ello como (Clint Eastwood); y la más friky o nerd: estudiarse todos los clichés, típicos, tópicos y demás tonos para mezclarlos en una colorida versión recreacionista estética como hiciera el señor Tarantino con su Django desencadenado. Luego está la opción que es prácticamente ajena a la forma, salvo por ciertas similitudes fotográficas, pero que coincide en su totalidad con el fondo.
El director y guionista de ‘Lejos de los hombres’ David Oelhoffen, basándose en el cuento del magnífico Albert Camus, encuentra los paralelismos necesarios para adaptar esta obra literaria en una película de género western enmarcada en el comienzo de la independencia argelina. Acierto y condena de una obra que deja un reguero de fantásticas semillas que no llegan a brotar más allá de la impactante fotografía.
Bastos pasajes apenas reconocidos por los objetivos de las cámaras, como lo son las titánicas montañas del Atlas marroquí, sirven de luminosos cuadros ilustrados sobre desolado desierto, mientras los personajes protagonistas se aventuran hacia su destino. Mientras, Viggo Mortensen (Daru) y Reda Kateb (Mohammed) parcos en palabras, contienen secretos en la permeable interpretación de sus personajes.
Todos los elementos que caracterizan al western están representados y se van descubriendo a la par que se desarrolla el argumento. David Oelhoffen consigue contar y situar toda una historia de manera circunstancial, desvelando enigmas y por qués de cada protagonista por medio de terceros encontrados a su paso. Daru, que está al margen de la ley (o de la leyes de cada bando), es un lobo solitario que atiende a una particular ética forjada en un duro pasado bélico. Mientas que Mohammed, el hombre condenado, se enfrenta a su inevitable destino. Ambos, en tierra de nadie, en mitad de un conflicto armado, recorren el desierto acechados por quienes claman venganza o justicia.
El viaje avanza a trompicones, con el ritmo deliberadamente pausado roto por momentos de inevitable acción, a la vez que se van revelando cuestiones morales tan cercanas a nuestra realidad española como lo son los nacionalismos, los autogobiernos, las leyes, el bien, el mal… Planteamientos que, llevados a las circunstancias de los individuos protagonistas, toman una inesperada relevancia casi catártica, que le da una mayor dimensión a este western.
Sin embargo y pese a todo, el guion permanece parco en palabras, menos hacia su final que en su principio, y abandona cada personaje a su suerte sin realizar un desenlace relevante tras acumular tal cantidad de propuestas y visiones. Eso sí, nadie perderá la atención hasta que se de por terminada la obra salvo quizá, un momento difícil de encajar justo antes del desenlace (donde aparece nuestra querida Natalia Molina, de los Molina de toda la vida) pese a una correcta justificación.
En su composición la película rezuma maestría pero en su total es bastante difícil de encajar. Lo cual no quiere decir que no sea una visita obligada al cine porque, entre todas las cosas ya mencionadas, la fotografía es una continua maravilla y esos desoladores parajes deben ser contemplados en pantalla grande, no de otra forma. Cualquier tipo de puntuación que se de a esta obra, siempre será poca en compensación a todo lo que ofrece.