Jonás Trueba estrena nueva película contando, una vez más, con Itsaso Arana como protagonista en una historia que nos habla de la feminidad, de encontrar el propio camino, y lo hace con la verdad y la delicadeza como punto de partida. Te dejamos con la opinión de La Virgen de Agosto
“¿Qué es el cine?” Así tituló André Bazin su imprescindible volumen de tintes filosóficos en el que reflexionaba acerca del séptimo arte. A niveles más mundanos, el cine puede ser, para algunos, entretenimiento o evasión, reflexión para otros, arte en la mayoría de los casos y algo difícil de explicar en ciertas ocasiones. Cada uno tiene su opinión, todas respetables y no siempre coincidentes.
Crítica de la película La virgen de agosto
El párrafo precedente se enmarca como antesala de una película de clasificación complicada, siempre ambigua, pues La virgen de agosto es una experiencia cinematográfica cautivadora por sus formas, casi más cercanas al documental que a la ficción convencional, enfatizando la figura del sujeto voyeur. Ese que espía, figuradamente, a la protagonista a través de un agujerito en su día a día. Una Itsaso Arana esplendida que se desnuda delante del espectador para mostrar toda la verdad que es capaz de ofrecer. Su trabajo destila una naturalidad tan compleja como inalcanzable para no pocas actrices, y no solo en el terreno actoral, sino también coescribiendo junto a su director.
Esa verdad ficcional se plasma en la pantalla, la traspasa y atrapa al público, que se siente partícipe de esa canícula asfixiante que sirve como desencadenante para mostrarnos la que quizás sea la película más femenina y liberadora de un Jonás Trueba que sigue construyendo un universo autoral con pulso firme, reconocible, donde la delicadeza impera e impregna cada minuto de metraje; el cual se desarrolla de manera fluida gracias a la pulsión que genera el magnetismo de Arana en el respetable. A ello contribuyen sus compañeros de reparto, donde sorprende Vito Sanz, tan alejado de su rol en la serie “Vergüenza” que cuesta reconocerle.
La dirección de Jonás Trueba
Trueba, como en el resto de su obra, se aleja de efectismos y opta por una puesta en escena escasa y certera, permitiendo que sus intérpretes respiren, se expresen y se abran. Su obsesión por motivar verdad en cada escena hace que el Madrid que representa “La virgen de agosto” se pueda casi oler a través de la pantalla, consiguiendo que el espectador que ha vivido un agosto en la capital se identifique y sienta el calor y ese curioso adormecimiento que vive la ciudad. Un momento de respiro, un oasis de treinta y un días fuera la locura y vorágine de este lugar que muchos odian, pero del que es difícil desprenderse.
La virgen de agostoes una oda a la mujer, a veces difícil de comprender, pero que se esfuerza por generar emoción, reflexión y ofrecer algo diferente al espectador mas sensible. Un poema visual, o acaso una canción, breve, directa y satisfactoria. Y, sí, esto también es cine, del que no se ve todos los días, pero se echa de menos todas las noches.