La película producida por Collin Firth y dirigida por Guy Hibbert es tan entretenida como inteligente. Invita a la reflexión sobre un tema de difícil calificación ética: La guerra de drones.
Crítica de ‘Espías desde el cielo’
Espías desde el cielo es una película que merece la pena. Es apta para todos los públicos, intelectualmente hablando, y todo aquel que se siente en la butaca podrá formar parte de un debate de actualidad al que todavía no se le ha dado demasiado bombo: La guerra de los drones, la fría distancia de los ejecutores, y las decisiones tomadas por los altos cargos militares, políticos, y judiciales. Dicho de esta forma podríamos pensar que nos encontramos ante una película complicada, de argumento enrevesado, con giros de trama difíciles de seguir o situaciones enmarañadas capaces de comprometer el raciocinio del espectador medio, pero nada más lejano del guión firmado por Guy Hibbert.
La película habla de la cadena de la muerte -título con el que Hibbert había bautizado su guion-, que es como los militares anglosajones llaman al proceso que se inicia desde que el alto mando militar da la orden de disparar (o no) hasta que se ejecuta pasando por todos los intermediarios, consejeros, evaluados de daños… Dicho título original describe a la perfección el tema general de la película pues en ella veremos representada, casi en tiempo real, la ejecución de una orden sobre un objetivo terrorista situado en Kenia cuyo desenlace podría ser el sacrificio de inocentes en pos de evitar un atentado de grandes magnitudes.
Así seguiremos el intenso día vivido por parte de todos los protagonistas de dicha cadena y desde su punto de vista personal de la situación. Así el espectador será el único poseedor de la verdad absoluta mientras que los insuperables actores serán ciegos eslabones de imprescindible presentación.
Helen Mirren es la coronel de las fuerzas armadas británicas Katherine Powell, quien hará todo lo posible por lograr cumplir la misión tras la que lleva años, desde un búnker en Inglaterra; en un despacho, se encontrarán presentes durante la misión Iain Glen, representando al Ministro de asuntos exteriores británico James Willet; Alan Rickman, como el teniente general británico Frank Benson, intermediario entre la coronel y el despacho político; como último mono de la cadena encontraremos a Aaron Paul (Jesse Pinkman en Braking Bad), piloto del dron armado con misiles Hellfire y cuyo manejo lo realiza desde una base de Las Vegas en Estados Unidos; y Barkhad Abdi (el fantástico pirata somalí en la película de Capitán Phillips), hombre clave sobre el terreno, o espía infiltrado en la zona.
Pero no son los únicos protagonistas que intervendrán en la decisión. Durante el desarrollo del día la patata caliente irá pasando por distintos niveles burocráticos, por distintos responsables políticos, militares y judiciales de mayor o menor rango cuya responsabilidad en las acciones podría ser cuestionada. Al espectador le resultará imposible no implicarse y formar parte de cada una de esas decisiones mostrándose a favor o en contra de la ética de los personajes descubriéndose sorprendido en la mayoría de las ocasiones al coincidir -aunque sólo sea en aceptar los argumentos que esgrime cada parte- en las elecciones tomadas.
El productor Colin Firth (sí, el también actor), puede estar orgulloso del trabajo del director Gavin Hood (El juego de Ender), quien muestra un absoluto talento para encajar a la perfección todos los engranajes de la maquinaria con absoluta destreza para exhibir una película cargada de acción, palabra, tensión, emoción y naturalidad. Este thriller bélico funciona mucho más allá del puro entretenimiento cinematográfico haciendo tomar conciencia de una realidad ética que invita al debate. Un maestro de esgrima del XVI dijo “El día que los hombres se maten en el campo de batalla sin verse las caras será el día en que se acabe el honor en la guerra”. No me imagino que podría pensar en estos tiempos.
Mencionar, antes del cierre de la crítica el trabajo de Alan Rickman. No destaca por encima de nadie en esta película. No tiene un papel protagonista. Llega hace su trabajo como si no le costase ningún tipo de esfuerzo, y se va a su casa. Todo un ejemplo de lo que es -y fue- un gran actor.