Aunque su estreno no ha coincidido con la temporada de Oscars, “Selma” llega a las pantallas españolas decidida a demostrar por qué las estatuillas importan menos que la reivindicación de la lucha y la defensa de los derechos individuales.
Sinopsis de la película “Selma”
Año 1964. Tras haber conseguido la aprobación en el Congreso de la Ley de los Derechos Civiles, EE.UU. se prepara para las elecciones legislativas de 1966. Sin embargo, en los estados del sur el legítimo derecho al voto es un lujo inalcanzable para la mayoría de la población negra. Para intentar que la Casa Blanca tome mayores determinaciones en cuanto a la consecución de la igualdad, el reverendo Martin Luther King Jr. (David Oyelowo) y su equipo se dirigen a Selma (Alabama), un lugar donde población y administración harán de su lucha algo mucho más difícil.
Crítica de la película “Selma”
Habiendo ganado hace apenas dos semanas el Oscar a Mejor Canción Original, Selma llega a las pantallas en un momento convulso en el que sucesos como los de Ferguson hacen replantearse a la sociedad (estadounidense) la supuesta conquista de la igualdad racial. Con este contexto y tan solo un año después del revulsivo que “12 años de esclavitud” (Twelve Years a Slave, 2013) -con la que comparte la productora PlanB, del actor Brad Pitt- supuso para el público y la Academia estadounidense, “Selma” ha contribuido al debate (en comparación por razones un tanto frívolas aunque no del todo trivial) con su ausencia en las nominaciones de las categorías más relevantes. Como film que decide reivindicar el poder y la fuerza del individuo y del colectivo que lucha por un mismo objetivo, la película no se podía haber acercado a otra figura que no fuera la de Martin Luther King Jr.
La película de Ava DuVernay opta, obligada en parte por el detalle de que Steven Spielberg adquirió en 2009 los derechos sobre la vida del pastor (motivo por el que tampoco se ha podido reproducir literalmente ningún discurso de Luther King Jr. en este film), por unirse a la corriente de biopics que retratan a un personaje histórico a través de un momento clave en su trayectoria que los define también como personas. El momento elegido, la gestación y celebración de la Marcha de Selma a Montgomery, no es el que habitualmente encontramos en los libros de historia pero es suficientemente representativo como para permitir reflejar a Luther King Jr. en su faceta de activista político así como en sus momentos más humanos.
Debido precisamente a esta forma de caracterizar a Luther King Jr., la vigorosa interpretación de David Oyelowo gana en los momentos alejados de los grandes discursos y permite a los secundarios de la trama (que se suceden en una ristra de apariciones/cameos de personajes históricos/intérpretes de lujo) reforzar el carácter épico del protagonista: frente a sus dudas y necesidad de reafirmación, los que le rodean le obligan con actos o palabras a tomar decisiones y a recordar que el mundo no puede permitirse que baje los brazos. En secuencias que no necesitan la presencia del protagonista, estos secundarios evidencian el baile de poderes y la complejidad política y social del momento al mismo tiempo que reconocen a todas aquellas figuras, anónimas y públicas, que dieron sus ideas y su vida por oponerse o apoyar aquello en lo que creían.
Y es aquí, a medio camino entre la intención de reivindicar y la de plasmar los sucesos históricos donde “Selma” puede encontrar más rechazo debido a sus licencias dramáticas. Aunque la película no resulte un biopic tramposo en busca del drama adulterado, lo cierto es que algunas omisiones (como la trayectoria de Coretta, la mujer de King Jr.) o concesiones al juego maniqueo de malos y buenos hacen que el espectador pueda resistirse ante aquellos detalles que alteran la historia en favor de un argumento más efectista.
Así mismo, el deseo “Selma” por ser una película épica y trascendente se observa también en su puesta en escena. Valiéndose de un guión que maneja con mucho cuidado los tiempos y, sobre todo, los golpes de efecto, DuVernay utiliza de manera muy consciente y cuidada las panorámicas, las tomas en retroceso, los contraluces… todos aquellos recursos que refuerzan la gravedad de las secuencias. Del mismo modo, la directora acierta con la inclusión de imágenes de archivo que, en medio de un momento épico, recuerdan al espectador que lo que está viendo, en efecto, ocurrió en la realidad.
Mención aparte merece además su banda sonora, en la que gospel, jazz o blues consiguen armonizar y perfeccionar el retrato de la cultura negra al mismo tiempo que el de esa América profunda de Alabama en la que tiene lugar la mayor parte del argumento.
“Selma” constituye así una propuesta interesante que reflexiona sobre una cultura y una parte de la historia que el cine con vocación de público amplio no habituaba a contemplar hasta hace poco desde la perspectiva de la población negra (y menos cuando esa propuesta viene dirigida por una mujer). La película de DuVernay es por ello una buena opción para todos los que quieran disfrutar de una película histórica que les haga reflexionar sobre el momento presente.