El director noruego Hans Petter Molan imparte una clase magistral de cine policiaco con el excepcional trabajo de los intérpretes Nikolaj Lie Kaas, Fares Fares y el antagonista Pål Sverre Hagen.
Crítica ‘Redención: Los casos del Departamento Q’
“Me río de Janeiro” cuando compañeros de profesión castigan una película tan entretenida, elegante, emocionante e impecabilidad visual comoRedención: Los casos del Departamento Q y luego ensalzan ciertas obras del cine patrio como si no hubiera mañana. “Falta de ritmo” anuncian los predecibles, “narración predecible” sentencian los asalariados, “problemas de credibilidad” argumentan los que se comen con patatas películas sobre hombres que vuelan… En fin, la falta de criterio
La última entrega firmada por Zentropía (por ahora, si es que no consigue los derechos para realizar las siguientes adaptaciones del autorJussi Adler-Olsen), ha sido un gran éxito en Noruega, batiendo los récords de afluencia a las salas en su primera semana en cartelera. Poco cine Europeo llega a España y esto debería ser un indicador de lo bien que puede estar la película protagonizada por Nikolaj Lie Kaas (Carl Mørck) yFares Fares (Assad). Lamentablemente pocos se darán el gustazo de ver una obra de entretenimiento tan bien realizada, absorbente y estilizada donde se aglutinan todos los tópicos necesarios para llevar a buen puerto una clásica trama de una investigación policiaca sin dejar de aplicar los actuales patrones de la narrativa detectivesca.
El departamento Q está formado por los detectivesCarl Mørck,un personaje introvertido, osado, autosuficiente, con limitadas habilidades sociales; yAssad,contrario al comportamiento de su compañero, una persona animada, radiante, de buen carácter, gracias al cual Carlse complementa como detective. No hay juegos de poli bueno o poli malo. Actualmente lo que se lleva es el poli con un toque de síndrome de asperger con el que justificar su abstracción de la realidad, su comportamiento poco considerado con otros personajes, y su punto de genialidad o lucidez a la hora de procesar los retales de información.
Tampoco estamos ante una narrativa al uso. No hay que descubrir quién es el asesino. No hay juegos, engaños, escabrosos giros de guión para enmascarar al presunto psicópata y distraer la atención del espectador con falsos sospechosos. Acertadamente la película -y presumiblemente la obra original- nos presenta a todos los personajes de la trama a la par que descubrimos el detonante -una botella recogida en una playa con un inquietante mensaje de auxilio- que pondrá en marcha la investigación del departamento. Todo ello en los primeros minutos de la película.
Así el público es partícipe de un juego que no se limita al clásico “a ver si el espectador descubre al asesino”, si no que irá encajando la fragmentada información que reciben los investigadores mientras que son testigos de la trama paralela que lleva el asesino. De esta forma surgen nuevas inquietudes que no se dan en el tipo clásico de este género. Más aun cuando el comportamiento de las víctimas, de arraigadas creencias religiosas, pertenecientes a una hermética comunidad, entra en conflicto con el sentido común.
Ambas líneas, la de los investigadores, y la del asesino, avanzan para confluir en un desenlace imprevisible gracias a la especial malignidad de la que ha sido dotado el psicópata interpretado porPål Sverre Hagen y a las pocas concesiones del guion deNikolaj Arcel, que ya cuenta con la experiencia de la adaptación de las anteriores entregas.
Es especialmente destacable la fotografía, los encuadres de la película y la forma de combinar las escenas de acción -al más puro estilo hollywoodiense-. La luz es una maravilla y la mayoría de las tomas podrían dar lugar a un espectacular póster con el que decorar la habitación de un cinéfilo. Todo suma a la hora de aportar intensidad y urgencia a la resolución de un caso tan a contra reloj como previsiblemente trágico. Y es aquí donde el guión vuelve a resplandecer con toda su perversidad: las acciones del antagonista son, dentro de su juego, imprevisbles. Nadie queda fuera del juego ni queda exento de poder convertirse en víctima siendo ahí donde reside el entretenimiento de esta obra. Conocemos al asesino, conocemos sus intenciones pero nos falta encajar las piezas. ¿Lo lograrán los investigadores?