‘Ojalá estuviera aquí’, la segunda película del actor y guionista Zach Braff se presenta como una comedia indie garrafón, con muchas limitaciones formales y argumentales aunque no deja un regusto amargo. A los fans de los cameos les encantará la presencia del desaparecido James Avery y Jim Parsons.
Sinopsis de ‘Ojalá estuviera aquí’
Adam(Zach Braff) es un actor en paro que está pasando una mala racha existencial y económica. Ante la noticia de la enfermedad terminal de su padre decide cambiar el rumbo de las cosas.
Crítica de ‘Ojalá estuviera aquí’
Primero habría que dirimir la etiqueta de cine independiente made in USA. Tradicionalmente se ha entendido como películas realizadas fuera de la órbita de los grandes estudios, con unas planificaciones y guiones alternativos, saltándose a la torera las férreas condiciones argumentales, lo políticamente correcto, que imperan en los grandes estudios. Ejemplos de todo eso lo tenemos en los primeros hermanos Cohen, Wes Anderson o Todd Solondz. No obstante nos tememos que lo que en principio era una manera de hacer cine se ha convertido en un reclamo de las distribuidoras a la hora de colocar sus productos dentro de un público determinado y definido.
Y esto es precisamente lo que le ocurre a Ojalá estuviera aquí, la segunda película del también actor Zach Braff conocido por la serie televisiva Scrubs (2001) y autor de Algo en común (Garden State, 2004), que mantiene con Ojalá estuviera aquí más de una semejanza argumental, porque no deja de ser un producto más construido alrededor de diálogos y situaciones irreverentes y efectistas, todo recuerda mucho a Hollywood. Esta vez se centra en las trilladas bromas sobre el judaísmo y, por experiencia del propio director, un rechazo atávico a la escuela pública. Directores como Woody Allen o los hermanos Cohen, el viejo rabino parece la continuación del personaje de Un tipo serio (2009), suelen acercarse a la parafernalia de la tradición judía, algo que nos resulta un tanto ajeno y distanciado sin embargo al mismo tiempo extrañamente próximo, da la impresión que resulta un recurso muy socorrido lo de tirar de chistes sobre la tradición hebrea.
Ojalá estuviera aquí tiene como principal intención la de ser un mero entretenimiento, aquello de pasar el rato, sin demasiadas pretensiones por el fondo y la forma. Y lo consigue como comedia con sus justas medidas de drama y una constante preocupación por lanzar mensajes positivos a la humanidad. En estos aspectos no hay mucho que diseccionar porque su principal cometido lo cumple perfectamente. La película se ciñe a las reglas básicas de la comedia americana, lo que cuesta encontrar es el tono independiente o diferente. En cuanto a los medios de financiación nos encontramos con una obra al margen de Hollywood, ya que se financió a través la web Kickstarter dando la oportunidad al púbico de colaborar económicamente en la producción.
La acción de Ojalá estuviera aquí se sitúa en Los Ángeles y se centra en las vidas con muchas dificultades de sus protagonistas. Zach Braf intepreta a un actor de tercera aficionado a los casting, mientras que su esposa (Kate Judson), sometida a un trabajo alienante con acosador laboral incluido, es la única que lleva el dinero a casa (algo poco común poner en escena los actuales cambios de roles familiares). La familia cuenta con unos hijos peculiares, un padre distante y aleccionador pero que paga las facturas y un hermano con ciertos problemas psicológicos siempre encerrado en una caravana. En el perfil de los personajes es donde gana la película, un tipo de familia fácilmente reconocible, y más tratándose de los tiempos actuales, distintamente humana.
El problema de la película aparece en el desarrollo de las tramas. El cierre de las peripecias de sus personajes se deja en manos de la divina providencia y el mensaje positivo y esperanzador se torna en ñoñez subrayada por las secuencias musicales y los planos a cámara lenta, influencia directa de las sitcomy siendo la mencionada Scrubs el referente directo.
En definitiva Ojalá estuviera aquí no cumple las exigencias que se le deberían pedir a una comedia indie pero posibilita la capacidad empática del espectador ante situaciones lejanas pero muy comunes… y ese es un logro de su director y guionista Braff.