Woody Allen vuelve a hablar del existencialismo, lo divino, lo metafísico, el amor y la magia usando uno de los recursos que tan bien se le ha dado siempre: El humor. “Magia a la luz de la luna” no cuenta con la chispa de otras de sus obras pero sí con el excelente trabajo del reparto y de su alter ego (NA).
Sinopsis de la película “Magia a la luz de la luna”
1928: Un reputado y aclamado ilusionista (Colin Firth) es reclamado por un colega de profesión (Simon McBurney) para tratar de desenmascarar a una joven bella y supuesta vidente (Emma Stone) que está causando sensación entre la alta sociedad de la zona sur de Francia. El mago, que sigue una lógica extrema y tiene un juicio de razón prodigioso, acepta el reto de ayudar a su amigo ya que este, que está totalmente convencido de que es una farsante, es incapaz de hallar truco, trampa o movimiento sospechoso que la pueda delatar.
Crítica de la película “Magia a la luz de la luna”
Ilusión, razón, magia, lógica… no es casual que Woody Allen en“Magia a la luz de la luna” utilice un mago ilusionista como protagonista de esta comedia donde se enfrenta la razón y la sabiduría a la mística y felicidad. La fría lógica contra la ilusión esperanzadora de la fe. Verdades plausibles contra creencias y suposiciones. La soledad del razonamiento debatiendo a aquello que no es posible, que no puede ser posible, pero que en el fondo del corazón siempre se ha deseado que exista. Un algo más, una vida después de la muerte, un rayo de luz que llene de esperanza una vida que siempre acaba en la muerta… o no.
Bajo el nombre artístico de el gran Wei Ling Soo (Colin Firth), llegado del más misterioso y lejano oriente (en la época en la que está ambientada la película no eran pocos los magos que se hacían pasar por magos Chinos para llamar la atención del público), se esconde tras la ironía, constante sarcasmo de sus discurso y un sentido del humor seco, una persona que ha dedicado toda su vida a la técnica, el ensayo y el perfeccionamiento de rutinas hasta llevar todos sus juegos e ilusiones a la más absoluta perfección. Una perfección lograda a través de la mecánica, la observación, el entrenamiento y el estudio riguroso de la ejecución minuciosa cuyo resultado ha sido el fructífero engaño de la audiencia (quien en general está deseosa de creer en la ilusión) mientras que por contra, el sujeto de tales acciones, ha desarrollado un sentido pragmático que le impide dejarse llevar en la incertidumbre de la posibilidad del misterio… Hasta que una bella jovencita Sophie (Emma Stone), que parece disponer de un poder sobrenatural, le presente el reto de descubrir el truco, o en su defecto, ratificar su talento.
Woody Allen, que de esto de escribir sabe un rato, usará sus propios trucos para no desarrollar la trama evidente en esta “Magia a la luz de la luna”. No. El mago de fama mundial y gélido carácter no caerá a los pies de la atractiva, seductora y probable impostora (para ello ya está un joven pijo que ukelele en mano y derroche de dinero de mamá), sino que, yendo un poco más allá en el número, la trama pasará por encima de lo obvio, mostrándonos como la seducción aparece en el ilusionista a través de esa increíble habilidad de la adivina para contactar con el más allá. Un enigma seductor que, real o no, entrañará un enigma difícil de resolver que fascinará al siempre lógico, mecánico e infeliz intelecto del mago, creando una brecha de posibilidad en su peculiar mundo sentimental. ¿Podrá la felicidad de la ignorancia hacer brecha en la solidez del raciocinio?
Sería fácil argumentar que esta“Magia a la luz de la luna” no es tan “graciosa” como otras de Woody Allen, que le falta algo, que no tiene lo de antes… palabras que últimamente se repiten con asiduidad. Peor en mi opinión, este gran director, guionista y actor, está consiguiendo llevar al espectador a unos campos mucho más profundos (siempre utilizando las mismas técnicas) que van más allá del infantil interés que suele haber tras el sexo y demás sentidos primarios.
En“Magia a la luz de la luna” se va más allá de lo evidente creando una duda constante, no sólo en el personaje, sino también en el espectador que sigue con interés la trama y con deleite los ácidos comentarios sarcásticos tras los que el ilusionista (¿realmente tengo que decidir lo fascinante que es ver interpretar a Colin Firth a este personaje?) oculta su infelicidad.
Emma Stone sólo tiene que aparentar ser lo que parece que es: una jovencita bella y fascinante de la que cualquier hombre se enamoraría con sólo mirarla, mientras que el resto del reparto arropa a los protagonistas como si de una obra de teatro se tratase. Cada secundario tiene bien planteado su registro y cada cual desarrolla su papel en la dirección que le corresponde. Ni más ni menos, siempre a través de la economía sin la búsqueda del chiste ni la gracieta.
Es cierto que, al igual que le pasa al ilusionista, no parece surgir una evidente emoción en el espectador con esta “Magia a la luz de la luna”… aunque también es verdad que en ningún momento se deja de pensar en el más allá o, según se mire un poco más allá de lo que se aparenta. ¿Quiere el director que intentemos encontrar el truco? ¿O nos está invitando a descubrir ciertas cosas, más emocionales, más cercanas, a través de nuestro raciocinio?
Sea como fuere, hay mucho más allá de lo que en apariencia nos puede ofrecer esta“Magia a la luz de la luna” que, aunque parte de una premisa con muchas posibilidades de comedia evidente, evoluciona hacia unos principios más dramáticos. Yo, visto lo visto, no me la perdería. Da para hablar, comentar y quién sabe si alguien llegue a descubrir. ¿Quién sabe?