David Gordon Green dirige la historia de ‘Joe’, un tipo al que su propio perro ladra como si de un extraño se tratara, y Gary un adolescente madurado a golpes, idónea para los asqueados de la vida en particular.
Sinopsis de la película ‘Joe’
Joe (Nicolas Cage) violento, alcohólico, jefe de una cuadrilla de envenenadores de árboles y Gary (Tye Sheridan) un adolescente que vive con su madre, su hermana muda y su padre violento imprevisible y borracho, se cruzan en el bosque y comienzan una relación de amistad, que cambiará sus dolorosas vidas, avocándoles a un irremediable y redentor final.
Crítica de la película ‘Joe’
A la hora de encarrilar a unos personajes extremos y decadentes, cuya alma muere poco a poco por el veneno de la realidad, como los árboles del bosque, tienes que llevarlo al límite, no es una historia que pueda acabar con un prometedor mañana, no puedes cerrar el círculo con un final esperanzador y ecologista. Si durante ciento cuarenta minutos relatas sin tregua los conflictos y unos protagonistas desahuciados, golpeados por el alcohol, la violencia, la mugre y por cargar con el peso de sus insignificantes vidas sobre sus hombros, se espera algo trágico de verdad, si no das tregua a la ilusión no cabe otra solución que la derrota; los últimos veinte minutos de Joe sobran.
Joe, basada en una novela del autor de Mississippi Larry Brown, bebe de autores como Céline, Faulkner, Nelson Algren o Jim Thompson, de individuos directamente traídos de las vísceras de Bukowsky, el padre de Gary, Tye Sheridan, es un personaje expulsado de un cuento suyo. En cuanto a las referencias fílmicas planea la figura de Terrence Malick, no en vano Tye Sheridan trabajó en ‘El árbol de la vida’ (2011), así el ritmo, encuadres o localizaciones son una influencia inmediata. Todo el gusto de la cultura americana por los antihéroes, los perdedores en busca de redención, en la que la propia naturaleza, donde el paisaje es amenazador y antagonista, lo recoge en su film David Gordon Green, director de comedias en los últimos años (Superfumados, 2008) que decide volver al género dramático de sus inicios.
La película de Gordon Green es una bella desolación, una especie de canto amargo a ese animal acorralado que tantas veces es el hombre, al sur más extremo y también tiene algo de denuncia a los oficios precarios, al principio de autoridad, al vivir como un perro rabioso y atado; buenas localizaciones, casas que son guaridas de bestias, una creación notable por crear un determinado clima paroxístico, que junto a una acertada dirección artística, nos envuelve secuencia a secuencia. La violencia reflejada, una violencia moral, es la única vía plausible para resolver los problemas, a esta turba de desahuciados vitales no les queda otra. No obstante la sensación que recogemos es la de una película inconstante, que arranca con una desoladora secuencia entre Gary Jones (Tye Sheridan) y su padre (Gary Poulter) en una vía de tren, o Joe (Nicolas Cage) saliendo de una casa en la que despedazan a un ciervo resulta herido por un perturbado pueblerino, personaje primordial con un desarrollo muy plano, sentando el tono fílmico, en la que las dos historias que se cruzan son películas distintas por sí solas. En ciertos momentos puede turbar al espectador el hecho de que Gary tome a Joe como figura paterna, un tipo tan salvaje y borracho como el padre, en el que en muchos momentos esperas un brote colérico contra Gary motivado por el exceso etílico. La interpretación de Cage, que retorna a los personajes marcados por la desesperación, lo fronterizo, descarnado y la autodestrucción, recuérdese ‘Leaving Las Vegas’ (Mike Figgis,1995), por la que obtuvo un Oscar, o ‘Teniente Corrupto’ (Werner Herzog, 2009), actuaciones base para encarnar a Joe Ransom, es precisa y turbadora. Empero ensombrecida por el magnífico trabajo de Gary Poulter, en la que parece ser que hace de sí mismo, lo que no le quita mérito ya que no es fácil hacer de uno mismo con cierta maestría, porque era un vagabundo en realidad, bipolar, enfermo y con problemas penales. A Tye Sheridan, otro de los actores que destacan en el reparto con una mirada vivaz que destila amargura forjada a golpes, se le presenta una prometedora carrera si nadie tiene la mala idea de pervertirlo profesionalmente.
Una elegante propuesta dentro de la sordidez, con el tempo narrativo ajustado en la primera hora pero que por un incomprensible afán por desarrollar y cerrar todas las subtramas abiertas, la empujan al terreno de lo previsible y tedioso pasado ese tiempo.