2014 parece el año en el que el cine español comienza a pasar página y, a la vez, a enfrentarse a parte de la historia reciente más oscura y sensible. Si el año comenzaba riéndose de los Ocho apellidos vascos y en el Festival de San Sebastián se reflexionaba sobre Lasa y Zabala (Pablo Malo, 2014), ahora llega a las carteleras Fuego, una historia sobre una víctima de ETA con necesidad de venganza.
Sinopsis de la película “Fuego”
Cuando Carlos (José Coronado) trabajaba como policía en Bilbao una bomba puesta en su coche acabó con la vida de su mujer y dejó a su hija sin sus dos piernas. Años después, mientras vive en Barcelona una vida aparentemente reconstruida, las circunstancias indican que el momento de la venganza ha llegado. Trasladándose a Euskadi en busca de la mujer y del hijo de quien destrozó su vida, Carlos inicia su vendetta rechazando comprender que las expectativas y la realidad casi nunca coinciden.
Crítica de la película: “Fuego”
Como propuesta, “Fuego“tiene muchas cosas que, a priori, la hacen interesante: la idea de la venganza como anhelo que consume, la inclusión en el argumento de los muchos implicados en el conflicto vasco y una reflexión sobre su situación tras la declaración del cese definitivo de la lucha armada, el tratamiento y la aceptación de la discapacidad…La película “Fuego” podría ser muchas cosas, pero lo cierto es que al final se queda en un enunciado de interesantes intenciones a camino de ninguna parte.
La película de Luis Marías tiene muchos problemas; los principales, el tono y el ritmo. El film parece esforzarse demasiado en querer ser profunda y trascendente, y se empeña tanto en que el espectador observe cómo Carlos despliega su plan (y a la vez se debate inconscientemente contra él) que el desarrollo se hace eternamente largo y el desenlace, cuando por fin el “fuego” hace presencia, decepcionantemente corto; así, la película gana precisamente en las secuencias que se alejan de la historia protagonista (como la de de Ohiana y su suegra) porque consiguen escapar mejor de la gravedad y trascendencia que Marías parece querer imprimir en cada uno de los planos. Por otra parte, las interpretaciones tampoco parecen encontrar un equilibrio y, con unos diálogos llenos de reiteraciones y lugares comunes que recuerdan a una sucesión arrítmica de preguntas y respuestas, se dividen entre las que las que buscan cierto naturalismo y las que parecen dirigidas a responder a arquetipos y poses (de malo malísimo muy poco humanizado o de extranjero graciosete, entre otros).
Tampoco ayuda la banda sonora que, en vez de acompañar a la historia, la anuncia a través de clichés que abusan demasiado de los instrumentos de cuerda.
En definitiva, pese al esfuerzo, “Fuego” resulta un intento fallido de mostrar la violencia, el odio, y los efectos secundarios no previstos que viven y padecen quienes se encuentran a ambos lados de quienes los generan.