“Suite fracesa” cuenta la historia de amor entre una francesa y un militar alemán durante la ocupación nazi de Francia. Una cinta narrada sin la pasión ni el sufrimiento suficientes para ser digna de la historia real de su escritora, Irène Némirovsky.
Crítica de la película: Suite francesa (2015)
La historia de amor de Suite francesa (2015) surge mediante unas notas de piano; algo más que suficiente para sufrir un inevitable flechazo en tiempos donde se imponen la oscuridad, el temor y el silencio de una terrible guerra.Hitlerordena a su ejército invadir Francia (10 de mayo de 1940). Bombas y ejecuciones se suceden en nombre del denominadoTercer Reich. La violencia y decadencia llegan hasta el lugar más recóndito y todos los hombres franceses han sido llamados a filas para luchar contra el enemigo.
Así llegamos hasta la historia de Lucile (Michelle Williams), una mujer cuya juventud está pasando ante sus ojos mientras espera alguna noticia sobre su marido, prisionero de guerra en el frente alemán. Tras la marcha de su esposo, vive con su severa y controladora suegra obsesionada con la vuelta de su hijo. Ahora, en plena invasión de Alemania, nos les queda más salida que dar cobijo a los soldados alemanes que llegan para controlar su pequeño territorio. En su hogar residirá Bruno (Matthias Schoenaerts), un oficial del ejército alemán cuyo anterior oficio era el de compositor. Demasiada sensibilidad para estar al frente de semejante barbarie.
La cinta nos narra una parte de la historia de sobra conocida por todos que ha sido llevada a la gran pantalla en multitud de ocasiones y, sinceramente, con muchísimo mejor resultado final: la II Guerra Mundial. Además no lo hace de manera original ni sorprendente, dejando el conflicto bélico en un segundísimo plano para terminar cayendo en todo tipo de clichés sentimentales. El director Saul Dibb apuesta por acentuar la parte romántica de la película “Suite francesa” (2015), centrando plenamente todo su conflicto en el amor imposible nacido entre Lucile (Michelle Williams) y Bruno (Matthias Schoenaerts). Dos mundos totalmente opuestos, o eso parece en un primer momento, destinados a odiarse pero que acabarán teniendo mucho más en común de lo que piensan. Vamos, la típica historia de amor imposible, que en esta ocasión está ambientada en la ocupación alemana de Francia pero que podría hacerlo en cualquier otra época sin variar su resultado final. Y es que el viaje de feromonas resultante -la protagonista da señales de necesitar urgentemente un hombre desde el primer minuto de metraje- es tal que el tema “nazis”, o guerra, pierde todo su peso o sentido, por lo que a su vez lo que podría ser una historia de amor apasionante y desgarradora entre dos personas enfrentadas por sus ideologías termina por convertirse en un drama romántico de sobremesa.
Por otro lado, durante el visionado de la cinta el espectador llegará a plantearse desorientado. ¿Quiénes son los franceses? Ni la actriz Michelle Williams, la enamoradiza protagonista, ni Kristin Scott Thomas, su amargada suegra, dan la sensación de saber ni de lejos donde está Francia. Ni se molestan en imitar el acento francés, ni en las escenas que tienen conjuntas lo hablan entre ellas, ni nada de nada. Me confundo ¿o la historia se centra en la invasión alemana de un pequeño pueblo francés? ¡Ah! que los franceses hablan todos inglés, y no sólo con los alemanes, si no a diario entre los vecinos. ¡Venga ya!
Lo verdaderamente impactante de la cinta es la historia que se revela antes de los títulos de crédito finales. La historia de cómo la autora original de la novela “Suite francesa” (en francés, Suite française) escribió esta obra y de cómo llegó a publicarse. Algo que sin duda serviría como argumento de su propia película. Irène Némirovsky, hija de un banquero judío ucraniano, llegó siendo adolescente a Francia huyendo de la Revolución Rusa. Se estableció en París, donde se casó y tuvo dos hijas, donde se convirtió en una prolífera escritora con obras como ‘David Golder’ o ‘El baile’. Más tarde tuvo que volver a huir, esta vez de los nazis, por los que fue arrestada el 13 de julio de 1942 y llevada al campo de concentración de Auschwitz donde murió el 17 de agosto, a los 39 años. Durante ese tiempo previo a su detención, Némirovsky comenzó a escribir una serie de cinco novelas (sólo pudo terminar dos, ‘Tempête en juin’ y ‘Dolce’, y comenzar la tercera, ‘Captivité’) que retrataban la vida en la Francia ocupada por los alemanes. Fueron sus hijas, protegidas por una maestra, las que décadas más tarde encontrarían los manuscritos de su madre guardados en una maleta. La novela se publicó en 2004 y ganó el prestigioso Premio Renaudot, convirtiéndose así en la primera obra póstuma en conseguirlo.
Sin duda hay veces que la historia del cómo, por qué y cuando se escribió una obra supera con creces a la narrada en la propia novela. Sinceramente, la película “Suite francesa” (2015) pasaría desapercibida y olvidada a los pocos minutos de salir de la sala de cine de no ser por sus escalofriantes explicaciones finales, las cuales nos harán replantearnos la importancia de esta historia de amor en tiempos de guerra. Una mujer cautiva en Auschwitz escribiendo sobre el amor imposible surgido entre una francesa que vive en un territorio ocupado por el propio soldado del que se ha enamorado.