Salvaje, cáustica, y violentísima comedia negra Islandesa. Uno de los grandes estrenos en España en lo que va de año. A caballo entre Happinessy Storytellingde Todd Solontz; la crueldad desmedida de Haneke a la hora de retratar la clase media Europea; y el humor retorcido, zafio, y grotesco del cual Álex de la Iglesia hizo gala en La Comunidad. Imprescindible y delirante. No apta para aprensivos.
Sinopsis
Atli (Steinþór Hróar Steinþórsson) es sorprendido por Agnes (Lára Jóhanna Jónsdóttir), su mujer, mientras se masturbaba viendo un vídeo sexual. Ésta aprovecha la situación para echarlo de casa, y acusarlo de adulterio. Atli no tiene más remedio que regresar a casa de sus padres (Sigurður Sigurjónsson y Edda Björgvinsdóttir), los cuales mantienen una tensa fricción con los vecinos de al lado, a causa del árbol que tienen en su jardín.
Crítiíca
Acostumbramos aquí en España, en tertulias de barra de bar, a mirar a los países nórdicos (o del norte en general) con cierta envidia, o con un complejo de inferioridad nada disimulado. Acaso, como si de un credo inamovible se tratase, asumimos, mientras pedimos otra ronda, que tanto económica como socialmente, nos sacan veinte años. ¡O treinta!.
Pues bien, partiendo de la hipótesis de que tal premisa pueda ser cierta, la pequeña (por duración y medios que no por calado) obra maestra que nos ha entregado Hafsteinn Gunnar Sigurðsson (Either Way), se torna además en visionaria para países meridionales. Como el nuestro.
En apariencia Buenos Vecinos se nos muestra bajo el recurrido disfraz costumbrista, pero rápidamente retira el plástico protector para exhibir las costuras maltrechas, y los entresijos carcomidos de la decadente clase media Europea.
La podredumbre de la adultez y la convivencia en pareja, queda reflejada a través de un catalizador tan imponente y perenne como puede ser un árbol. O como podría haber sido cualquier otra cosa.
El director y guionista desgrana con sencillez, brío y maestría, una miriada de aspectos a cada cual más real y rocambolesco, consiguiendo, a lo largo de todo el metraje, que el espectador se revuelva con incomodidad en la butaca, pero sin dejar de lado la carcajada, cínica y desesperada, que nos acompañará hasta los títulos finales de crédito.
Señoras amargadas entregándose a toda clase de maledicencias y perversiones, mientras apuran una botella de vino tras otra; Señores pusilánimes e impotentes abandonados a su suerte; hombres y mujeres de mediana edad perdidos, y cuyas carencias emocionales les obligan, de manera inconsciente, a hacer el mal y utilizar a sus hijos, amigos o mascotas, como arma arrojadiza.
El sexo, triste, resignado y patético, como único resquicio donde corre un poco de aire en una sociedad amorfa y enclaustrada; dominada por grandes corporaciones (Apple, Ikea…) y gatos obesos. Fiel reflejo de desquiciamiento y opulencia.
Buenos Vecinosno deja ningún aspecto a su suerte, y cuida el detalle con minuciosidad y perversión (no se pierdan la comisura de los labios de la madre, siempre manchados de vino).
La estética es premeditamente fría y naif, como si el mal fuese capaz de adoptar las formas más comunes y desapercibidas (algo que ya hizo con genialidad en su día Todd Solontz en Happiness).
Opinión final
Buenos Vecinoses, en definitiva, una de esas pequeñas joyas; una de esas obras maestras soterradas bajo el maremágnum de invasivos estrenos, que no dejan hueco, y casi consiguen que olvidemos en qué consiste el cine. Cine es Buenos Vecinos, de Hafsteinn Gunnar Sigurðsson, no se la pierdan.