La compañía de Enanos sigue adelante con su misión para recuperar el reino que el legendario Dragón Smaug arrebató al antepasado de Thorin.
Sinopsis de “El Hobbit: La desolación de Smaug”
Un grupo de enanos y un mago (Ian Mackelen) comandados por el heredero del trono Thorin (Richard Armitage) de un reino perdido de los siete existentes, prosiguen su aventura hacia la montaña solitaria, que es donde duerme el descomunal dragón Smaug, feliz y contento de dormir, literalmente, entre miles de millones de piezas de gemas preciosas y monedas de oro y demás tesoros. Estos enanos, viajan en compañía de un pequeño hobbit (Martin Freeman), que es el que tratará de recuperar una gema única llamada “Poner nombre de la gema” gracias a su habilidad como saqueador, gracias a la cual Thorin puede hacer cumplir el juramento a los otros seis reinos de los enanos, y hacerlos marchar contra el desolador dragón Smaug.
Mientras, un ejército de orcos con un temible general al mando, trata de darlos caza antes de que lleguen a la puerta oculta de Erebor, la cual sólo se abrirá cuando la última luz de un día específico revele la forma de hacerlo. Si los enanos no llegan antes de ese día, el camino al interior de la montaña solitaria donde se encuentra en espectacular reino tallado en la roca jamás se abrirá.
Esto obliga a los enanos a adentrarse a través de “El bosque negro” uno de los bosques más temidos de la tierra media por albergar el reino de los agresivos elfos oscuros, los cuales, por supuesto, no tienen ningún tipo de simpatía a ninguna otra raza de la tierra media y mucho menos, a los barbudos y rudos enanos.
Crítica de “El hobbit: La desolación de Smaug”
Cuando “El hobbit: La desolación de Smaug”, llega a las dos horas, a uno le asalta la duda de algo que un fan ni se plantearía… “¿Iban a ser dos, o tres películas sobre el libro de el hobbit?”. Pero claro, se van estirando las cosas y cuando justo parece que todo puede concluir con dos partes se, presenta una especie de falso final para que esta película tenga una conclusión virtual obteniendo así de inmediato la respuesta. Sí, habrá tres laaaaaaargas y tediosas películas sobre el hobbit. Pero ¿cuántas películas necesita dirigir Peter Jackson para matar a un dragón?
Que “El hobbit: La desolación de Smaug” es una película espectacular interpretada por fantásticos actores está de fuera de dudas. Así que ni mencionaré uno por uno a todos los actores ensalzando sus dotes interpretativas porque no hace falta. Sólo con ver que se creen lo que hacen y que nos hacen creer lo que vemos, es más que suficiente. Así son los Británicos, ¿Qué hacen una serie sobre un tío que viaja en el tiempo dentro de un ascensor para salvarnos de ridículos seres alienígenas? Pues los actores se lo creen, lo actúan con su hierática interpretación y los demás nos lo creemos.
¿Que “El hobbit: La desolación de Smaug” es una película entretenida? Eso ya no parece tan claro. La saga de “El hobbit” sigue (y seguirá, claro) optando por dirigirse a todos los públicos pretendiendo gustar a papás, a mamás, a pequeños, a abuelas y abuelos. A los verdaderos fans de la saga, a los que estudian la tierra media como quien estudia el antiguo imperio romano, o a los simples simpatizantes que se han leído el libro alguna vez, les importan un pimiento. Los productores y saben que van a ir a verla sí o sí. Así que la película se ve sometida a una gran variada gama de dulcificantes tonos que van desde lo cómico, a lo cuasi trágico, pasando por lo absurdo, lo romántico y lo épico, mientras que cientos de orcos mueren masacrados una y otra vez para justificar que haya escenas de acción.
Además hay que sumarle toda la paja que tienen que meter para sustentar una saga de tres películas que parte de un libro de una media de 300 páginas según la edición. ¡Venga a tirar de imaginación, de efectos visuales, de escenas extra y de cualquier cosa que se les pueda ocurrir para dar consistencia y sentido propio a cada parte!
En contra del trabajo de los actores, el poco definido estilo visual de la película, no ayuda nada a tomarse en serio lo que vemos en la pantalla. Todo está hecho con un nivel de detalle increíble pero el resultado final se asemeja más a un parque temático de fantasía, que a un mundo épico de fantasía. Tolkien describía (¡y vaya si describía!) un mundo basto, peligroso, y fantástico… y aquí nos encontramos a unos personajes limitados por un entorno artificial.
Sabiendo que la película es más un viaje en una larga atracción de feria, os recomendaría a todos que la fuerais a ver en 3D (si es que no se sale de vuestro presupuesto), ya que “El hobbit: La desolación de Smaug” como espectáculo visual de más de dos horas y media de duración, es bastante impresionante. Y si no habéis visto la primera parte… bueno, no os preocupéis porque han sido lo suficientemente inteligentes como para poner una especie de “en capítulos anteriores” muy creativo: Una escena donde Thorin se encuentra casualmente con Gandalf el Gris, explicará el motivo del viaje. El resto de acontecimientos importantes como el encuentro de Bilbo con Gollum y alguna que otra cosa, se explicarán in situ de alguna u otra manera.
Miedo me da la que será la tercera parte, “El Hobbit: Partida y regreso”, tiene toda la pinta de que puede ser igual que “El señor de los anillos: El retorno del rey”, donde había como cuatro finales, seguidos… Está claro que la saga de Peter Jackson sobre la tierra media es igual que el típico amigo que le invitas a tu casa a comer y se va después del postre de la cena. La quieres, pero acaba costando volver a verla…
Resumiendo, en “El hobbit: La desolación de Smaug” encontraremos más de lo mismo, y que ya pudimos ver en “El hobbit: un viaje inesperado”, con algunos detalles interesantes y ciertos guiños a personajes o situaciones que se darán en “El señor de los anillos” pero con un mayor toque infantil, si cabe.