Si estás buscando una película compleja, con poesía cinematográfica y personajes metafísicos, deja de leer esta rara digresión y vete a ver “Mud”, que es una obra maestra. En cambio, si lo único que pretendes es volverte a poner el traje de adolescente y disfrutar con hora y veinte de sustos, sorpresas y descacharrantes asesinatos, puede que “Afterparty” sea tu película. Sé lo que te estás preguntando y sí, los protas salen en ropa interior.
Trailer “Afterparty”
Sinopsis de “Afterparty” (2013)
En “Afterparty”, Martín (Luis Fernández) es el guapo protagonista de “Campamento Sangriento”, la serie del momento, lo cual lo convierte en el chico de moda: Aparece en todos los medios, tiene miles de amigos y no le caben las chicas en los brazos. Pero hasta los chicos más monos se meten en problemas, y los de Martín van a llegar cuando, tras una fiesta brutal con fans, se despierta en una casa encerrado con tres de ellas. “Pues vaya problema”, pensarás, “que monten una orgía”. No te creas que Martín no lo ha pensado, pero es que se me ha olvidado contarte que además anda por la casa un asesino disfrazado como el psicópata de su serie…
Crítica de “Afterparty” (2013)
Si en algo coinciden Hollywood y el Comité Olímpico Internacional es en reconocer que España puede dar muchiiiiiisimo miedo. Ahí están para demostrarlo los resultados en la taquilla americana de películas como Rec (Plaza y Balagueró, 2007) o lo bien que han sido acogidos en la meca del cine “nuestros” J.A Bayona o Alejandro Amenábar.
Sin embargo, este cine de terror que nos caracteriza siempre es estilizado, poético, casi diríamos que retórico. “Sin una gota de sangre” tal y como lo definió el afamado director de “Mar Adentro”. Hay otra vertiente del “Horror” menos prolífica por estos lares, que es el terror sucio, y especialmente el “Slasher” (las pelis de asesinatos en cadena rollo “La Matanza de Texas”, para que nos entendamos) Puede que sea por el miedo endémico al género puro que tiene esta generación o porque lo vemos algo demasiado bruto y texano como para ambientarlo al refinado Paseo de La Castellana.
Tampoco es que las intentonas que se han hecho nos hayan animado demasiado, la verdad. “El arte de morir” (Fernández Armero, 2000), o “Más de mil cámaras velan por tu seguridad” (David Alonso, 2003) por ejemplo, no pasaban de propuestas discretas y algo ingenuas. Era cuestión de tiempo que un director de esta generación relanzara el género, desde una óptica más fresca y contemporánea.
Y para eso está aquí Miguel Larraya, experimentado cortometrajista y director de spots, que nos trae una propuesta sencilla, pero con enjundia. “Afterparty” no esconde sus hechuras de slasher, su foco se centra en la acción y los personajes están más esbozados que dibujados. Pese a ello, su planteamiento tiene ideas originales, como dar al prota el rol de actor estrella, lo cual permite hacer una lectura interesante del propio género y dar un contexto atractivo a la historia. El arranque de la película, con ese montaje de vídeos caseros de fans incrustado entre los títulos, resulta dinámico y gamberro, puro cine trash. Particularmente, le habría dado más continuidad a ese tono, que quizá en la segunda parte de la historia se toma demasiado en serio.
El punto fuerte de “Afterparty”, sin duda, es que está llevada por una persona que se nota ya no sólo conocedor del género, sino fan absoluto. Cada elemento representativo está colocado con precisión milimétrica en el metraje de “Afterparty”, y las sorpresas argumentales (que las hay) se meten en el guión en los momentos adecuados. La película puede resultar corta (78 minutos), pero es porque Larraya hace primar el ritmo ante cualquier cosa, lo cual en esta época en la que enseñar a Superman poniéndose unos calzoncillos supone una hora, se agradece.
Obviamente, para el ojo crítico será fácil ponerle pegas a “Afterparty”, como ha sido siempre fácil tumbar a este tipo de productos cinematográficos. Personalmente, echo en falta un poco más de presupuesto para terminar de explotar algunas ideas visuales (pero no volvamos a sacar el tema de las condiciones de rodaje en este país, que tengo la pancarta en la tintorería) y quizá en una película así, que transcurre entre adolescentes, fiestas y despiporre, no le habría venido mal un poco más de “incorrección política”. Ojo, que aquí en “Afterparty” la gente se droga y folla que da gusto, pero parece que al cine español a veces le da corte referirse a las cosas como se oyen en la calle. Tal vez sea la diferencia entre el Telecinco que produce la película y el Channel 4 inglés que tengo ahora mismo en mente…
En cualquier caso, “Afterparty” funciona y, sobre todo, deja ganas de más. Ojalá sea el pistoletazo de salida para la regeneración de un género popular, divertido y, sobre todo, rentable. Y si lo pueden hacer nuevos directores como Larraya, más. Y si ya se estrena en su momento y no tarda meses como ésta, lo flipamos.