Arriesgada, provocadora, perversa y muy lúcida. En la línea de una pieza esperpéntica de Valle-Inclán. Sirve como espejo deformador y grotesco tanto de nuestros complejos más recónditos, como de los atributos efímeros y materialistas que nuestra sociedad promociona. Lástima que el director y guionista, Dan Gilroy (Nightcrawler), falle a la hora de entrar a matar; hubiera sido una faena merecedora del rabo y las dos orejas. Denzel Washington sale a hombros y por la puerta grande.