Crítica: Vuelve Álex de la Iglesia con una nueva y alocada propuesta, donde unos clientes de un bar quedarán confinados en su interior ante el peligro que acecha fuera.
El cine de Álex de la Iglesia es como ese amigo que siempre te cuenta el mismo chiste malo y a pesar de ello le sigues viendo. “El bar” no es una excepción, pero se redime en cierta manera después de varias obras fallidas del director.
De la Iglesia vuelve a contar con Jorge Guerricaechevarría para escribir el guion, siendo las películas más interesantes de su filmografía las perpetradas por el tándem. Con un comienzo brillante, esta aproximación macarra a Agatha Christie, o si se quiere, un “Los odiosos ocho” versión cañí, se va desinflando a medida que el metraje avanza. Un mal que acusan la mayoría de las cintas del realizador vasco. Y es que una vez se descubre el misterio inicial, el libreto se despeña sin frenos hasta un tercer acto delirante e inverosímil, que solo funcionará para los adeptos a la iglesia de Álex. Una religión que mantiene intactos el humor negro, la crítica social, el surrealismo y el costumbrismo; auténticos valores del film.
Parece que todo el esfuerzo ha sido puesto en el guion, con momentos descacharrantes y funcional en lo que a suspense se refiere. Sin embargo, de la Iglesia no parece inspirado en la puesta en escena, más allá de ese corto plano secuencia al principio del relato. El director se cubre en exceso con planos desde todos los ángulos, y deja la narración para el montaje, que por momentos se muestra confuso. Una oportunidad perdida con una historia en un espacio cerrado que llamaba al lucimiento del realizador. Tampoco se ve genialidad en las transiciones en forma de fundidos a negro que pueblan la cinta. Una solución vaga que podría haberse abordado de una manera mucho más creativa.
Los ocho protagonistas están francamente bien en sus roles. Terele Pávez se luce como es habitual, con un personaje hecho a su medida. Carmen Machi tampoco se queda atrás. Blanca Suárez y Mario Casas, los grandes reclamos de cara a la audiencia, resultan convincentes; pero el verdadero rey de la función resulta ser uno de los más desconocidos. Jaime Ordóñez sorprende con su personaje de Israel, un vagabundo loco. Sus intervenciones son las más divertidas del film. Sus citas bíblicas y la creación física, se quedan imborrables en el recuerdo de uno de los mejores personajes de la filmografía de Álex de la Iglesia y la mejor interpretación en la carrera de Ordóñez. El resto del reparto queda absorbido por su fuerza.
“El bar”, aun con sus problemas, es un halo de esperanza para un Álex de la Iglesia que muchos creíamos haber perdido. Divertida, surrealista, alocada y genuinamente española. La visión de un autor demente.
Esta entrada fue modificada por última vez en 24 marzo, 2017 20:48
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