El drama adolescente que sorprendió tanto en Tellirude como en Toronto llega a nuestras salas para mostrarnos un drama adolescente con varias capas de profundidad. Os dejamos nuestra crítica de Un momento en el tiempo (Waves), una de nuestras recomendadas de la semana.
Tyler (Kelvin Harrison Jr.) se encuentra en pleno camino de labrarse una vida como luchador profesional y entrar en la universidad cuando una serie de circunstancias le dan un drástico cambio a él y a su familia.
El arte del cine, entre otras cosas, consiste en contar una historia de tal manera que nos implique emocionalmente en ella. De hecho, el mayor logro que cualquier película puede conseguir, independientemente del género o del estilo que tome, es precisamente que podamos identificarnos con los personajes, emocionarnos con lo que les ocurre y ponernos en su lugar.
Un momento en el tiempo (Waves) es el claro ejemplo de una historia muy bien narrada, hasta el punto de que nos transporta al metraje manteniendo una imagen y una grabación muy original y menos prototípica que la de cualquier producción de Hollywood. Empezamos con esta crítica de Un momento en el tiempo (Waves).
La película trata diversos temas, todos ellos con una profundidad y una lectura de la cual se puede estar horas debatiendo: el primer amor, la disciplina, el egoísmo, la aceptación de responsabilidades y sobre todo la educación, y como ésta influye en el desarrollo de las personas mucho más de lo que imaginamos.
La manera en la que el director Trey Edward Shults (quien también firma el guion) trata estos temas sin salirse de la común vida de dos adolescentes es magistral, consiguiendo que sigamos la historia sin pestañear mientras nos plantea varias lecciones para que reflexionemos a posteriori. Todo ello optando en ocasiones por una versatilidad y un juego con la cámara poco frecuente en el cine, pero que le da a la película un toque artístico que se agradece y la diferencia de otros dramas adolescentes.
La fotografía juega también un papel fundamental en el aspecto del film, dejándonos unas imágenes de inusual belleza en una teen-movie y haciendo un uso de los colores para dejar fotogramas que, tanto por su aspecto como por su mensaje, dejan huella en el espectador. Es cuanto menos curioso que su director apenas ronde los 30 años y haya compuesto una película tan compleja de tratar de una manera tan brillante.
Por supuesto, toda la historia se sustenta a la hora de verse en unas muy sólidas y convincentes interpretaciones que incluyen a todo el reparto de esta película. Kelvin Harrison Jr. da la talla en las escenas dramáticas siendo capaz de cambiar su expresión dura por una desgarrada, Taylor Russel representa muy bien el complejo sentimiento de gritar en silencio y Sterling K. Brown impone solo con su mirada. Todo el reparto, sea su aportación mayor o menor al metraje (como la de Lucas Hedges, el pseudo Jesse Heisenberg) es perfecta para terminar de ponerle la guinda a esta película.
Una película muy bien narrada y construida, capaz de hacerte partícipe de su historia sin perder un toque artístico y visual para disfrutar del cine en todas sus variantes.
Es poco común abrir este apartado, pero creo que dada la película y la experiencia personal de uno, merece la pena hacerlo en esta ocasión. Quien esto escribe es, aparte de redactor de este genial medio, psicólogo. Los temas que trata la película están dentro del campo de estudio que cursé en la universidad. Por esta razón, me ha agradado personalmente que dichos temas hayan sido tratados con una precisión más que alta.
La manera en la que la educación/crianza de un niño repercute en su posterior comportamiento cuando crece (basado en las contingencias de aprendizaje y sus etapas evolutivas) están reflejadas en la película de una manera totalmente verídica.
Es interesante ver como una película es capaz de mostrar tan claramente que las posiciones férreas pueden ser muy positivas para unas cosas pero negativas para otras y que responden ante un contexto que, si se extrapola a otro, puede conducirte a conflictos que no se pueden controlar. Ejemplo de ello es el egoísmo del personaje de Tyler, quien responde de esta manera ante situaciones que no solo le competen a él y en las cuales intenta imponer su punto de vista pese a que ni siquiera él ha de tomar las decisiones. Esto es un claro ejemplo de una educación autoritaria y basada en siempre en buscar la excelencia con una consecuente falta de comunicación y de expresión de los sentimientos, que en el film se ven finalmente enfrentadas a afrontar unas atroces consecuencias que sacan a relucir una sencilla premisa: Hablar. Hablar, expresarte, avisar de tus sentimientos antes de que el no hacerlo te lleve por un derrotero del cual será difícil salir y antes de que sea tarde.
Es brillante como esta sencilla premisa puede ser tan difícil para algunas personas y de cómo éstas lo evitan con diferentes estrategias (haciendo como que no ocurre nada, negándolas o culpando a otros) y como se llega a la conclusión de que es necesario hablar, es necesario por el bien del entendimiento y de una vida más sana el transmitir lo que sientes para que la persona que tienes delante te entienda y sepa ponerse en tu lugar. Algo que parece obvio pero que a muchas personas les cuesta.
Y por eso me parece tan magnífica esta película, porque es capaz de transmitir ese mensaje, de hacértelo ver, de hacerte querer que los personajes hablen entre ellos para que su situación no vaya a peor. Porque de no hacerlo, las consecuencias pueden ser eternas. Y hacer eso a través de una película, es digno de mención. Espero que la disfruten tanto como yo, queridos lectores.
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