“Un golpe a la inglesa” cuenta la planificación y ejecución de un robo de diamantes bajo una óptica que revisita demasiados lugares comunes.
Un golpe a la inglesa es el mejor título posible para una película que no se esfuerza en crear una historia novedosa desde el guion ni desde una narración que roba vilmente conceptos visuales de artistas británicos como Danny Boyle o Guy Ritchie. Por ello, este acercamiento al género resulta vago y ahonda en la pereza de un espectador que busque novedades en un relato que por lo que adelanta su sinopsis está más que explotado, y por lo que se revela tras los créditos resulta anodino en lo formal; aunque su interés sea alejarse de ese concepto.
El director Ronnie Thompson recurre a una cargante voz en off, a un montaje sincopado plagado de cortinillas de transición y a una puesta en escena supuestamente fresca que enlaza barridos e imágenes congeladas con música genérica para dar ritmo a un guion que tiene un par de ideas que funcionan a pesar de estar condicionado, como el resto de la película, a parecerse demasiado, si no directamente a copiar, a precedentes exitosos a los que no consigue ni acercarse mínimamente.
El reparto está formado por actores poco conocidos para el gran público obviando a Matthew Goode, visto en “Watchmen” o “Stoker” y que cuando mejor funciona es al explotar su vertiente más siniestra, no siendo este el caso. Por otra parte, también se reconoce a Stephen Moyer, uno de los protagonistas de la serie “True blood”. El resto del reparto está formado por actores veteranos que intentan ser el supuesto atractivo de la historia: viejas glorias que se vuelven a reunir para dar el gran golpe. Una premisa que empieza a estar caduca y tan antigua como los intérpretes que encarnan los personajes. La parte femenina recae en Joely Richardson, una actriz más que solvente que inexplicablemente no suele aparecer en productos más reconocidos o con mayor éxito.
Tampoco se puede alabar la parte técnica del conjunto, ya que tanto su fotografía como la música o el diseño de producción son totalmente rutinarios y más propios de una serie de fondo de catálogo de alguna plataforma de video en streaming.
“Un golpe a la inglesa” habría funcionado mejor si se hubiese esforzado en encontrar su propia voz en vez de realizar un pastiche de ideas y autores que aparentemente le quedan muy grandes. Lo que podría haber sido una película ligera y entretenida, sin pretensiones, se convierte en la marca blanca de un producto de calidad que se olvida al momento de salir de la sala de proyección.
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