El cuento de las comadrejas es lo nuevo de uno de los directores argentinos más admirados, Juan José Campanella. Una película que aúna amistad, amor, egos, secretos, fama, sabiduría y juventud en un mismo escenario.
“Qué no se dejen llevar por el cartel de la película…” eso me pedía el director Juan José Campanella durante la entrevista que mantuvimos hace pocos días en Madrid. El público se hace una idea preconcebida de las películas causadas por múltiples motivos: el cartel, el trailer, los actores que la protagonizan, la breve sinopsis con la que se intenta “vender” la cinta… Pues bien, sin más rodeos, tengo que afirmar que El cuento de las comadrejas será sin duda la mejor opción que podréis elegir este fin de semana de la cartelera.
Diez años han pasado ya desde que Juan José Campanella estrenara El secreto de sus ojos (2009), sin duda el gran éxito de su carrera junto a El hijo de la novia (2001). Entre medias, un proyecto de animación titulado Futbolín (2013), que sabía ganarse con la buena construcción de sus personajes a los menos futboleros. Ahora regresa a la gran pantalla con un remake de Los muchachos de antes no usaban arsénico (J. A. Martínez Suárez, 1976); una película que se ha cocinado a fuego lento durante veinte años para ofrecer al espectador un resultado sobresaliente en todos los aspectos.
La historia nos invitará a visitar el caserón de Mara Ordaz (Graciela Borges), la que fuera una gran estrella de cine que ahora, en el ocaso de su vida, ha caído en el temido olvido. Mara convive con tres compañeros de su añorada época dorada: su marido, un actor frustrado, Pedro de Córdova (Luis Brandoni); el que fuera un brillante guionista Martín Saravia (Marcos Mundstock); y el director de muchas de sus reconocidas películas, Norberto Imbert (Oscar Martínez). Los cuatros viven encerrados en su “templo” de añoranza al séptimo arte, hasta que dos jóvenes embaucadores y ambiciosos interrumpen su paz.
Campanella vuelve a poner el foco en sus personajes; en los diálogos mordaces e incesantes que mantienen durante, la que podríamos denominar por su puesta en escena, su gran obra teatral. Estamos frente a una comedia de humor negro donde reinan los diálogos ágiles cargados de intención y, por qué no decirlo, de cinismo y perversión. Pero si hay algo que reina por encima del resto de ideas que toca esta propuesta es la mentira o el engaño, en todas sus dimensiones e intenciones.
A la memoria vendrán obras maestras como El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder (1950) o ¿Qué fue de Baby Jane? de Robert Aldrich (1962). Una película que juega con el metalenguaje cinematográfico y que incluye en el juego de la interpretación al espectador, haciéndole partícipe de aquello que no ve cuando va al cine.
Destacar las maravillosas y arrebatadoras interpretaciones de todos y cada uno de sus protagonistas; son ellos los que aportan fuerza y verdad a unos diálogos cargados de significado.
Si eres aquellos que saben apreciar las grandes interpretaciones; los tiros de cámara arriesgados y estudiados al milímetro; los diálogos mordaces, cargados de intención, cinismo y ambición; y las historias construidas en la base del “cine dentro del cine”; no lo dudes, El cuento de las comadrejas no es que te vaya a gustar, es que te va a encantar.
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