Lo agridulce de empatizar y reírse con en vez de reírse de los tiranos. ¿Repaso histórico con chistes entrelazados? Quizá te resulte divertido si llegaste hasta aquí con gusto a través de la obra de Fabier Nury o si olvidas que fue verdad.
Adaptación de la novela gráfica francesa del guionista Fabien Nury y el dibujante Thierry Robin a manos de los guionistas Armando Iannucci (también director de la película), Ian Martin y David Schneider, que junto a Stephen Coogan, son responsables de clásicos de la comedia inglesa como I’m Alan Patridge o The thick of it.
La nueva coproducción franco-británica narra los acontecimientos desencadenados tras la muerte de Iòsif Stalin el 2 de marzo de 1953. La historia se centra en el séquito de fieles camaradas que en ese momento rodeaba al Secretario General de la URSS. Se plantea un caótico escenario en el que los más fieles al partido y al fallecido líder, harán lo que esté en sus manos para heredar el trono de la nueva estructura gubernamental y liderar el nuevo periodo que inesperadamente está por llegar.
La propuesta de la adaptación fílmica de la novela gráfica de éxito como La Mort de Staline, teniendo una serie de antecedentes de éxitos en comedia, resulta un buen punto de partida para atraer al público con un sólo vistazo del cartel promocional de la película. La trayectoria del director y guionistas deja tras de sí grandes clásicos de la comedia que no hacen sino crear expectativas muy altas para La muerte de Stalin.
Dejando a un lado el dudoso acierto de enfocar esta obra como comedia negra (podría haberse quedado en comedia), los autores consiguen que durante las casi dos horas que conforman la historia puedas no perder el interés y resulte entretenida.
Sin embargo, queda un sabor agridulce cuando lo cómico está en reírse con y no de los protagonistas: una panda de tiranos que no dudan en hacer desaparecer del mapa al más fiel de sus camaradas si en un momento dado le resulta molesto. Sin caer en el tópico de moda “de este tema no deberían existir chistes”, sólo me quedo con que a mí en concreto no me han hecho gracia. No puedo evitar imaginar lo que hubiesen hecho otros grandes de la comedia con esta premisa histórica, sin caer en escenas esperpénticas que difícilmente te sacan una carcajada. ¡Incluso teniendo a Michael Palin entre los protagonistas!
Termino recordando una frase de Ricky Gervais, en uno de sus discursos polémicos en los Golden Globes. Tras soltar una frase que nos resultó más graciosa a los que estábamos detrás de la pantalla, que a cualquiera del público presente, añadió “It’s funny cause it’s true”. Esta frase vino a mi cabeza cuando escuchaba junto a mí la reacción de algún que otro espectador al que sí le había llegado el chiste. En mi caso, por desgracia, no me llegó nada más que una profunda decepción.
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