El director Eran Riklis regresa tras la notable “Los limoneros” con una historia enmarcada en Israel durante los conflictos de la Guerra del Líbano y la Guerra del Golfo, “Mis hijos”.
Eyad (Tawfeek Barhom) es un joven palestino brillante en los estudios, por lo que consigue una beca para un prestigioso instituto de Jerusalén. Al ser el primer árabe que estudia allí, se verá condenado a intentar encajar, con la ayuda de su novia Edna (Yaël Abecassis) y su amigo Yonatan (Michael Moshonov).
Después de décadas de conflicto, con perspectivas de no terminar nunca, el cine israelí sigue atreviéndose a retratar su realidad sin miedo a resultar crítico con su país, evidenciando que muchos de sus ciudadanos consideran las beligerancias añejas, cansados de no encontrar una solución para Palestina e Israel. Y en el caso de “Mis hijos“, la crítica pasa por la utilización de un humor negro que provoca la risa cómplice del espectador y la mirada amarga a causa las humillaciones sufridas por los árabes tras las murallas de la Ciudad Santa, moviéndose constantemente entre dos mundos.
Y es que los dos mundos se convierten en el eje central del relato, la dicotomía a la que se somete el personaje central -interpretado notablemente por Tawfeek Barhom- siendo un árabe en un entorno israelí, con una pareja judía que provocaría la ira de las dos familias y la de su entorno, en la tradición más shakesperiana, o cuidando de su amigo Yonatan, con una enfermedad degenerativa y que se convertirá su salvamento en muchos aspectos. Con estos ingredientes la película es capaz de abordar multitud de temas como la historia, haciendo un repaso por los grandes conflictos bélicos de las últimas décadas, la identidad cultural y la interculturalidad, apostando por los jóvenes como solución para convertir las hostilidades religiosas en camaradería.
Eran Riklis firma por tanto su mejor película hasta la fecha, con un gran guion entre manos y haciendo gala de una dirección de actores modélica, resaltando tanto a Barhom como a sus compañeros Michael Moshonov y Yael Abecassis; absolutamente brillantes como los jóvenes protagonistas. La producción es correcta, sin alardes técnicos, pues tampoco los precisa al ser lo más importante la relación entre personajes.
“Mis hijos” es una película enmarcada en el cine social que refleja una realidad que tristemente no se ha superado, siendo educativa, expositiva y sobre todo entretenida. Sus virtudes, muy numerosas, ensombrecen las escasos problemas de una cinta que nada en las aguas de un tipo de cine que no goza del apoyo del público masivo, pero que es necesario y respetable, escondiendo joyas como esta, que merecen la pena ser disfrutadas.
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