2014 parece el año en el que el cine español comienza a pasar página y, a la vez, a enfrentarse a parte de la historia reciente más oscura y sensible. Si el año comenzaba riéndose de los Ocho apellidos vascos y en el Festival de San Sebastián se reflexionaba sobre Lasa y Zabala (Pablo Malo, 2014), ahora llega a las carteleras Fuego, una historia sobre una víctima de ETA con necesidad de venganza.