Roy Andersson culmina su trilogía sueca sobre el ser humano con esta curiosa comedia poco disfrutable para el gran público, que se llevó el León de Oro a la mejor película en el Festival de Venecia.
Tengo que confesar que no he visto las dos entregas previas de esta trilogía basada en el ser humano, y después de ver Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia creo que se me han quitado las ganas de completar el visionado con los episodios anteriores. A tenor del premio en Venecia y de los comentarios positivos del resto de compañeros críticos, uno se pregunta qué ha pasado durante el visionado para que el resultado haya sido tan indiferente, rozando el hastío en algunos momentos.
El director y guionista Roy Andersson últimos trabajos nos muestra su visión de la vida y de las personas utilizando recursos que en los tiempos actuales resultan cuanto menos curiosos. El primero de ellos es el uso de una narración sin solución de continuidad que se basa en una suerte de “Sketches” que funcionan como metáfora, haciendo uso de una sutileza tan grande que cuesta encontrar el doble sentido de lo que nos intenta plantear. El gran público seguro que se perderá entre sus intrincados postulados.
Más allá del guion, lo que llama la atención por chocante e irritante, es la decisión de hacer uso del plano master durante toda la narración; circunscribiendo la puesta en escena a un plano general por localización, dentro del cual se desarrolla la acción. Esto quizá pueda parecer para algunos rompedor, pero a mí me huele a vaguería y falta de respeto al espectador. Serguéi Eisenstein y otros teóricos del montaje ruso pensarían que sus contribuciones no sirvieron para nada si vieran esta película, que se ancla en el cine primitivo.
Las decisiones controvertidas no acaban aquí, ya que la paleta de colores, desaturados y cercanos a los grises y ocres, hacen un flaco favor al género; una comedia con tan poco ritmo que provoca deseos de volver a ponerse el Solaris de Tarkovski. Al menos él era honesto y sabías a lo que jugaba. El reparto tienen menos cadencia de movimiento y expresividad que los malvados Cybermen de Doctor Who, anclados en un supuesto humor absurdo que solo provoca risas nerviosas ante la tomadura de pelo que se proyecta en la pantalla.
Para rematar el despropósito, hacia el final del relato, el espectador tendrá que sufrir varios minutos de plano fijo en el que una maquina de ejecución de la Primera Guerra Mundial dará vueltas a fuego lento ante la desesperación del público, preguntándose cuánto va a durar el plano.
Está claro que Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia es una cinta para unos pocos elegidos, dotados de un humor especial. Siento envidia de ellos porque a tenor de otras críticas debe ser una película excelente, pero yo no he podido disfrutar de ella.
Dos compañeros de trabajo que venden artículos de broma sin ningún éxito, dos auténticos perdedores que tendrán varios encuentros con la muerte.
Esta entrada fue modificada por última vez en 29 mayo, 2015 11:56
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