Un sublime Hugo Silva se mete en los guantes de un exboxeador frustrado que vive atado a un pasado que le persigue en ‘Dioses y perros’. Una buena propuesta que va perdiendo interés según van pasando los minutos de metraje.
Pasca (Hugo Silva), que un día vivió la gloria de ser uno de los más grandes del boxeo, sobrevive ahora siendo sparring de un posible “campeón”. Su día a día no puede ser más duro y gris. Tan sólo puede conformarse e intentar por todos los medios llegar a un fin de mes que se plantea siempre cuesta arriba. Su única compañía y empuje para seguir resistiendo es su hermano, el cual quedó postrado en una silla de ruedas tras un brutal accidente de tráfico, y su mejor amigo Fonsi, exboxeador alcohólico y parado que está perdiendo la vida de bar en bar.
Un buen día un soplo de aire fresco aparecerá en su vida, Adela (Megan Montaner) una joven profesora de lo más pizpireta y charlatana que intentará poner un toque de optimismo a los oscuros días de Pasca.
Dioses y perros llega a la cartelera con ese sin sabor del que sólo el cine negro es capaz. La dureza de una vida marcada por un accidente de tráfico y la derrota de abandonar el sueño de toda una vida, con un marcado trasfondo social, económico y político conocido por todos en la actualidad, son las claves que hacen de esta propuesta del director David Marqués (‘En fuera de juego’, ‘Desechos’) uno de sus mejores pasos por la gran pantalla.
El gran acierto de ‘Dioses y perros’ es, sin lugar a duda, su reparto el cual destacará sobresalientemente durante todo el metraje ayudando al espectador a involucrarse en la penosa situación de Pascal, algo que no termina de lograr ni el guion ni el montaje final de la cinta. Sin más remedio hay que alabar el gran trabajo de Juan Codina en su papel de Fonsi, un pobre hombre azotado por el desempleo que hundido en la depresión ahoga sus penas entre botellas y botellas de JB; Megan Montaner como Adela, risueña y charlatana profesora que aporta frescura, naturalidad y algo de “humor” en una trama tan negra como esta; y Hugo Silva como Pasca, boxeador retirado que sobrevive aguantando golpes encima de un ring tratando de redimirse tras un accidente de tráfico del cual aún se culpabiliza.
Lamentablemente, según transcurre la cinta, ese drama sobre héroes de barrio va perdiendo su efecto dejando paso al sentimentalismo vacío y a una moraleja algo absurda. Tras varias escenas destacables donde se alternan este magistral trío -encabezados por un soberbio Hugo Silva-, que logrará sobrecogernos con escenas tan duras o tan tiernas como la vida misma, llegaremos a un climax final donde el K.O. repentino en el ring sabe a muy poco…
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